El Guggenheim de Bilbao celebra los 80 años de la artista japonesa con una exposición
El tiempo aprieta. A todos, salvo a Yoko Ono (Tokio,
1933), quien a sus 81 años, su menudez y aires frágiles vive como la
mujer impasible, al fin en «paz». «Yo no odio a nadie de ese grupo»,
asegura la viuda eterna de John Lennon, pese a ser la declarada «archienemiga» de millones de «beatlemaníacos».
El que McCartney le haya liberado de toda culpa contribuye a su sosiego vital. Pero Yoko Ono está en Bilbao para enseñar al mundo que ya no es «la artista desconocida más famosa del mundo», como le definió su carismático marido. Siempre de rigurosísimo luto, se mueve ligera por las estancias del museo Guggenheim vasco,
del que dice haberse «enamorado» -«me encanta, mucho más que el de
Nueva York», concede- y al que promete regresar en diez años.
Atiende a ABC risueña y reflexiva, aunque a veces resuelva con un «manzanas traigo» o, mejor, opte por esparcir frases de galletita china. Tras sus gafas oscuras y sombrero, musita y gesticula en cortito. Gasta un inglés amable, recordando sus raíces japonesas.
Es ella quien huele primero la inquietud del entrevistador por atrapar
al personaje. «No te preocupes», saluda entre sorbitos a su cortado.
ABC