Washington. La figura de Elvis Presley, 
probablemente la estrella más reluciente del Olimpo de la música popular
 del siglo XX, sigue en plena vigencia cuando se cumple el 80 
aniversario de su nacimiento, y su legendaria voz y caderas siguen 
agitando emociones en todo el mundo.
Las celebraciones de su “80 cumpleaños”, como lo presenta su exesposa
 Priscilla Presley, comienzan hoy en la mansión de Graceland, en 
Memphis, donde vivió y reposan los restos el intérprete de canciones ya 
inmortales como “In the ghetto” o “Heartbreak hotel”.
Todos los años miles de fans cumplen con la peregrinación de 
congregarse ante Graceland con velas encendidas en homenaje a “El Rey”, a
 cuyas puertas se encuentran los dos aviones privados propiedad de Elvis
 y que actualmente están en venta.
Entre los eventos encabezados por su exmujer, cofundadora de Elvis 
Presley Enterprises, figuran la proyección de algunas de sus películas y
 una fiesta de baile en la que por supuesto sonarán sus canciones, y en 
la que participarán dos de los músicos de estudio del cantante, David 
Briggs y Norbert Putnam.
Se recordará el primer acetato grabado por el artista cuando era solo
 un joven desconocido de Tupelo, una pequeña localidad de Misisipi.
Fue en agosto de 1953, cuando un Presley de 18 años entró en las 
oficinas de Sun Records en Memphis, donde se había mudado con sus padres
 seis años antes, para registrar dos canciones “My Happiness” y “That’s 
When Your Heartaches Begin”.
La estrella siempre aseguró que tenían como único objetivo ser un 
regalo para su madre. Aunque sus primeras grabaciones pasaron 
desapercibidas y tuvo que trabajar un tiempo como conductor, se 
convirtieron en míticas joyas de la cultura popular cuando Presley 
revolucionó las ondas al comenzar a sonar su versión de “That’s all 
Right” en una emisora de Memphis un año después, en 1954. Pocos segundos
 después, el locutor recibió una avalancha de llamadas preguntando por 
el intérprete.
A partir de entonces, la locura- innumerables números 1, histeria 
colectiva, llamada a filas, Elvis de uniforme en Alemania, y apariciones
 televisivas de infarto. Entre ellas, sobresale la de 1956 en “The 
Milton Berle Show”.
cuando el lúbrico oscilar de su caderas, que dio lugar al mítico 
apelativo de “Elvis la pelvis”, al cantar “Hound Dog” quedó marcado para
 siempre en las retinas de los estadounidenses y el mundo entero.
“Elvis compensa su escasez vocal con la más extraña y sugerentemente 
simple recreación de las danzas de apareamiento de los aborígenes”, 
señaló entonces el New York Journal-American en su crítica de la 
actuación. Posteriormente, su estrellato en Hollywood, multimillonarias 
ventas, más éxitos, su pasión por el kárate, y su progresivo descenso a 
los infiernos de las adicciones y la decadente megalomanía.
A los 42 años, en 1977, “el rey del Rock”, nacido como Elvis Aarón 
Presley el 8 de enero de 1935, dijo adiós al mundo terrenal y entró por 
la puerta grande en la historia de un género musical, que se convirtió 
en una era en sí mismo y cambió para siempre el curso del siglo XX.
Como diría John Lennon, en la cita más repetida sobre la voz de 
“Jailhouse Rock” o “Love me tender”, y con quien comparte panteón en la 
cultura popular- “Antes de Elvis no había nada”.
O, en palabras de otra figura legendaria, Bob Dylan, escuchar al “Rey” por primera vez fue “como escapar de la cárcel”.
En un ejercicio de imaginación algo macabra, el diario de Minneapolis
 Star Tribune traslada hoy a Elvis a la actualidad, con sus 80 años, y 
lo ve cantando sentando en una silla, pasado de peso como se encontraba 
al final de su vida fruto de su desmedida pasión por los sandwiches de 
mantequilla de cacahuete y el abuso de los fármacos.
No obstante, el diario apuesta a que “las pobladas patillas se 
mantendrían, y al menos ofrecería un agitar de caderas y una divertida 
pose de kárate” al entonar grandes éxitos como “All shook up” o “Return 
to sender”.
 
 
 
